Fernando Bartolomé
Investigador científico del CSIC en el Instituto de Nanociencia y Materiales de Aragón (INMA), centro mixto CSIC-UNIZAR.
Soy investigador del CSIC, es decir, un auténtico privilegiado, porque me pagan por hacer lo que me gusta. Llevo ya unas décadas (¡ay!) estudiando materiales magnéticos a bajas y muy bajas temperaturas, con métodos de laboratorio y, sobre todo, con radiación sincrotrón.
Digan lo que digan, el tamaño importa y desde hace un tiempo, cuanto más pequeño mejor. Por eso trabajo en nanomagnetismo, en el que el objeto de estudio son nanoimanes: imanes muy, pero que muy chiquiticos.
Siempre he pensado que compartir nuestra investigación con la sociedad en términos comprensibles por todos tiene que ser parte fundamental del compromiso que asumimos al aceptar la financiación con dinero público. Más allá de esa "obligación moral", el esfuerzo de simplificar el mensaje sin desvirtuarlo nos permite no olvidar que este trabajo es maravilloso: hay que entender en profundidad para explicar lo esencial, ya sea la receta para hacer un imán, entender cómo enfría un botijo, o que la física cuántica es fascinante, y que a los físicos a veces no nos queda otra que estudiar nuestras muestras a base de bombardearlas con todo lo que se pueda.
El desarrollo de nuevos y mejores imanes va de la mano de la revolución tecnológica. Hablaremos de la historia del magnetismo y sus grandes hitos, llegando a París y a Londres desde Bujaraloz. Acabaremos preparando una receta magnética de alta cocina: no hay que olvidar ni un ingrediente!
Las revoluciones científicas suelen estar precedidas por avances tecnológicos sin los que no serían posibles. La segunda revolución cuántica (la del s. XXI) es un hecho gracias al botijo (cuántico)... veremos cómo funciona, desgranando el concepto de temperatura de la mano de un conocido demonio de Maxwell.
Mildred Dresselhaus fue una de las grandes figuras de la ciencia de materiales del siglo XX. Buena parte de lo que sabemos sobre nanotubos de carbono se lo debemos a sus décadas de trabajo sobre el carbono y sus formas diversas.
¿Cómo puede ser que no le dieran a Stephen Hawking el premio Nobel? Estos suecos están locos… pero ¿por qué se lo tenían que haber dado? ¿Cuál es su contribución más importante? Ya sabemos que el blanco no es un color… pero ¿y el negro? ¿Cómo puede emitir un agujero negro? ¿De qué color es el caballo negro de Santiago? Todo esto y mucho más en “Radiación de viudas”.
Errar es humano y todos, científicos incluídos, nos equivocamos. Sin embargo, hay equivocaciones... y equivocaciones. Cuando el que mete la pata es un genio, a veces surgen del error contribuciones geniales, fundamentales para la Ciencia. Algunas son la semilla de grandes descubrimientos posteriores. Hablaremos de una de las mejores (por lo fecunda e inspiradora) “meteduras de pata” de la física del siglo XX, que sigue estando vigente en el siglo XXI y lo que te rondaré, morena.
Buena parte de los experimentos que nos permiten estudiar la estructura de "lo muy pequeño” (partículas, átomos, moléculas...) se basan en bombardear las muestras con saña. Desde cómo es un virus hasta la simetría de un sólido, aprovechamos los resultados obtenidos golpeando sin piedad nuestros objetos de estudio.